La incertidumbre como punto de partida, como disparador creativo, parece ser el motor del nuevo libro –uno más dentro de su prolífica y festejada obra– de Andrés Neuman: el poemario No sé por qué, con el que el autor argentino-español cumple con un gesto que le faltaba a su producción, ya que publica, por primera vez, su trabajo desde una editorial de estas tierras, la porteña Ediciones del Dock.
Nacido en Buenos Aires pero criado y residente en la española ciudad de Granada, Neuman forma parte de esa valiosa tropa de escritores que no le hace asco a ningún género. Consciente de que las diferencias entre novelas, aforismos, poesías, críticas, cuentos o ensayos están dadas por procedimientos que perfectamente pueden repetirse de un género a otro, el ganador del Premio Alfaguara 2009 escribió de todo, y en todo salió, cuando menos, airoso. Aunque en esta ocasión, con No sé por qué, vuelve a trabajar la materia que más le gusta, con la que más se siente identificado, con la materia poética.
Y esa, como se sabe, es una materia que permite –obliga, dirán muchos– romper, trastocar, desacomodar el lenguaje. Así que ahí va Neuman. No utiliza signos de puntuación ni corta los versos donde, por tono o cierta melodía, debería haber un signo o el fin de un estrofa. Parece, por un lado, que busca engañar con la sonoridad, salir de la cadencia esperada, pero a la vez asoma una sugerencia, un espacio para la libertad de aquel lector que quiera leer cada pieza a su gusto, cortarlo –cortar los versos– por donde sea.

Casi un mapa de obsesiones, aunque muchas de ellas sean compartidas por quienes lean este artículo y –sin dudas– por quien lo escribe. Pero más que obsesiones resultan pequeñas confesiones, pequeños relatos desmigajados y sin perseguir rimas, que por momentos parecen tener un destinatario claro, su pareja (¿Erika, a quien está dedicado el poemario?) y reconstruir momentos vividos, y en otros pasajes se asemejan a relatos nocturnos, de esos que se cuentan los adolescentes cuando están a punto de dormirse. No sé por qué… y llega una sonrisa, unas cejas que se levantan asombradas, una duda nueva, en todo caso: una emoción grata.
Neuman juega a no saber nada, y a ese juego busca plegarse el título de esta nota, con la alegría de saber que algunos, divirtiéndose y jugando –un juego concienzudo, es cierto, un juego con horas de labor encima– consiguen generar pequeños paraísos.
(Publicado en la columna Pase y lea, del diario Hoy Día Córdoba)
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