I. Los primeros minutos de un amanecer
vacío de nubes me encontraron en una combi llena de gente, avanzando hacia el
centro de Palenque por una autopista ancha, rodeada por la selva Lacandona.
Acababa de dejar el viejo colectivo que doce horas atrás había salido desde
Cancún y ahora intentaba recordar el nombre del lugar en el que pasaría los
siguientes días. Busqué en la libreta, entre palabras enmarañadas y números
difíciles de comprender: “Camping El Panchán (cerca de la entrada a las
ruinas)”, recordaban mis letras nerviosas.
La
combi me dejó en el centro de este pueblo que es uno de los más visitados del
estado de Chiapas, debido a su riqueza natural y arqueológica.
Pasé
un par de horas viendo llegar y salir combis como la que me trajo a mí, a la
espera del camión que me llevaría la zona de campings El Panchán, conocida no
sólo por estar en medio de la selva, sino por su cercanía a la entrada a las
ruinas arqueológicas de Palenque, donde se encuentra el intrigante Templo de
las Inscripciones, construido durante el reinado del antiguo gobernante maya
Pakal.
El
tiempo que pasé en Palenque fue muy corto. Se podría decir que fue una suerte
de internado selvático de cuatro días en los que estuve deambulando entre el
camping y la selva, caminando, tomando mate, cocinando, leyendo y charlando con
el grupito que se armó en el sector donde instalé mi carpa: las chilenas
Natalia y Natalia Emilia; el mexicano René; el argentino Chaco Furque; el
norteamericano Eric Fitt y yo. Los seis andábamos de viaje hace rato, y todos
parecíamos disfrutar de estar ahí, echados en una hamaca medio descocida o en nuestras
bolsas, al aire libre, perdidos entre tanto verde, rodeados de un aire tan puro
y húmedo que por momentos parecía esponjoso, buscando silencios para ver si
encontrábamos algún ave que se escuchaba cerca o sorprendiéndonos con los
debates a gritos de los monos aulladores, durante horas.
Junto
a ese entorno en el que podías llegar a sentirte verdaderamente inmerso en la
naturaleza, lo que me había llevado a Palenque eran las ruinas, y el camino a
las ruinas.
Demasiado
habituado a las calles asfaltadas y los verdes parejos y pulcros de la zona
hotelera cancunense, quería tierra. Antes que verla, quería andar por la selva,
caminar, cansarme por senderos nuevos o viejos, pero eso: senderos, no veredas.
El
Chaco fue uno de mis acompañantes de caminata una tarde brillante y calurosa.
Nos mandamos por la parte atrás del camping, y cuando se terminó uno de los
tantos senderos de piedra que sirven de entrada a la selva agarramos una
especie de camino para autos, levemente ascendente, lleno de piedras. A poco de
salir, todavía hablando y sin signos de cansancio, nos cruzamos con un par de
hombres del lugar que tenían atado a un jabalí o chancho salvaje –que parecía
haberse cansado de luchar contra la soga y descansaba entre las sombras. Más
adelante, como si el lugar fuera imponiéndolo, fuimos hablando cada vez menos a
medida que nuestros pasos se hacían más lentos. No sé cuánto tiempo caminamos.
Seguro fueron más de 40 minutos. Puede que más. Hubo un momento en el que, sin
siquiera mencionarlo, dejamos de hablar. Además de nuestros pasos, se
escuchaban los cantares de los pájaros, ciertos golpes lejanos, ramas que se
agitaban por un balanceo furtivo o por el viento, que soplaba rachas calientes
entre las hojas. Sería casi absurdo tratar de seguir sumando palabras. Sería
más útil para el lector decir que hablaba la Tierra.
Cuando
la caída del sol se hacía evidente, pegamos la vuelta.
Desde
esta tarde lluviosa de San Cristóbal no recuerdo si esa misma noche Eric contó
la historia, o si eso fue más adelante. Lo cierto es que poco después de ese
momento este viajero espiritual que lleva más de 18 años recorriendo gran parte
de Asia y ahora América, comenzó a hablarnos sobre lo que llamó “la transmisión
de Pakal”.
Esa
noche el relato fue corto, medio al pasar, mientras tomábamos unas cervezas
después de la cena. Pero a mí me había atrapado y le dije a Eric que me
gustaría hablar sobre esa presunta transmisión más adelante.
II. Lo que transcribo a continuación es una
síntesis, con mínimas modificaciones, de una grabación hecha por el mismo Eric
desde aquí, San Cristóbal. Quedarán para otro momento las descripciones sobre
la magnificencia de las ruinas de Palenque. También los senderos que hay camino
a esta que fue una gran ciudad de la región durante los tiempos en que la civilización
maya estaba tan viva como hoy nosotros.
Que
sea Eric, entonces, el que nos cuente: “estaba viajando por Palenque, parando
en El Panchán, donde conocí a un tal Gabriel M. Él tenía un local en el
restaurante Don Mucho’s, que es el principal de ahí y un buen lugar para salir
por las noches. Su local tenía un montón de cosas, pero noté un panfleto
interesante (…). Cuando vi este panfleto me fijé en él y comencé a hablar con
Gabriel acerca de su contenido. Tenía una pregunta: ¿qué carajos es esto? Me
dijo que conoció un hombre de Europa que le dio este panfleto a él. Él no
estaba seguro de qué país era, tal vez de Suiza o Suecia. De cualquier modo, el
panfleto me pareció muy interesante. Estaba cubierto con símbolos místicos
multidimensionales y en su tapa decía: ‘19:19 Matrix. Meditación
Multidimensional’. En el fondo dice: ‘Despierta tu arquetipo de cristal’. Así
que le pregunté a Gabriel sobre esto.
(…)
Hay más información, la cual se vuelve más y más extraña. Cuando le pregunté a
Gabriel me dijo que el hombre que conoció, quien le dio esto, aparentemente
recibió una transmisión telepática del mismísimo Pakal. Lo que hay que entender
sobre Pakal es que Palenque, el famoso lugar que recibe numerosos visitantes de
alrededor del mundo desde hace varias décadas y ha sido el lugar más estudiado
entre las ruinas mayas, tiene mucho que ver con este personaje, Pakal, quien
fue el gran rey que expandió la ciudad largamente durante su vida. Antes de
morir diseñó su propia tumba, aparentemente con algún significado místico a su
alrededor, y sobre de ella, rodeándola y cubriéndola, está el Templo de las
Inscripciones, una pirámide-templo muy vertical y hermoso que se mantiene hasta
hoy. (…) Así que Pakal fue el gran rey que hoy es venerado como un dios por los mayas modernos, al menos en esta
parte del mundo maya. Este es el contexto sobre Pakal. Algunas veces se
refieren a él como Pakal Votan, lo que para los estudiosos es un título muy
controversial porque sugiere que es un dios.
Le
pregunté a Gabriel qué sabía sobre esto, porque es algo muy misterioso, y él me
dijo que no sabía mucho, que realmente no podía decirme mucho. El panfleto
parece ser una guía con instrucciones para una meditación de muchos días, una
meditación de 361 días, durante la cual: ‘mediante el uso de 19:19 Cristal
Matrix empiezas a conectar con los hilos lumínicos a tu Ser Superior, alineando
tu propia matrix arquetípica con el árbol cósmico, sincronizando así Tiempo,
Profecía y Magia’.
Aparentemente
esa meditación debe ser realizada en la manera y el orden prescritos, lo que
tomaría casi un año, para entender lo que está ocurriendo ahí. A partir de que
Gabriel no hizo la meditación, él no tenía nada [más] por explicarme. Pero yo
diría que el 19:19 parece relacionado con la manera en que está construida la
Flor de la Vida. [También en el panfleto] hay 19 pasos en los que aparece ese
símbolo que es uno de los que se conoce como Flor de la Vida, que tantas
personas tienen tatuadas, y que es presuntamente (lo digo porque no lo vi por
mí mismo) un símbolo que se encontró en todos los continentes del mundo, con
excepción, quizás, de la Antártida, y que data de la prehistoria en todos estos
lugares, lo que sugiere una civilización global prehistórica.
Esto
es lo que he aprendido, esto es todo lo que sé, es un gran misterio. Te invito
[si te sientes inclinado] a mirar por ti mismo. Hay un sitio web: 19matrix.org.
Ahí hay más información”.
El
relato –una grabación de ocho minutos que Eric realizó de una sentada– me
pareció tan claro que decidí transcribirlo casi sin cambios. Pero antes de irme
me gustaría dejar una que otra precisión. Vale la pena contar, por ejemplo, que
el Templo de las Inscripciones comenzó a construirse hacia el año 675 d. C.,
durante el propio gobierno de Pakal, y que las intenciones claras de su
creación eran glorificar la vida y honrar la muerte de este interesantísimo
mandamás del antiguo señorío maya de B’aakal.
Las
rutas similares hicieron que continuara mi viaje junto a Eric, con quien
llegamos a dedo a San Cristóbal. Si nuestras direcciones hubieran sido
distintas, esta sería otra historia. Pero la continuidad de nuestra cercanía
posibilitó que la transmisión de Pakal, una de las numerosas historias que
existen alrededor de este templo sagrado, sea repetida una vez más.
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