Pero quisiera aprovechar este
regreso, después de tanto silencio, para tratar de mostrar uno de los proyectos
más interesantes que se desarrolla en esta parte de Chiapas, el combativo
estado del sur mexicano. Se trata del Centro Indígena de Capacitación Integral
– Universidad de la Tierra (CIDECI-UniTierra), que se encuentra a poco más de
media hora del centro de San Cristóbal, en la colonia Maravillas.
Lo que ocurre en el
CIDECI-UniTierra es una versión concreta de una comunidad autosustentable que
se mantiene pujante desde hace más de veinte años, en parte gracias a la
colaboración de los alumnos que viven aquí y se forman en variadísimos oficios
y artes. Los chicos, indígenas de la región cuyas edades oscilan entre los doce
y los quince años, pueden elegir entre las diferentes labores que los maestros
del CIDECI transmiten: alfarería, carpintería, herrería, talabartería, peluquería,
panadería, mecánica, pintura, música, entre muchos otros saberes que se comparten
y multiplican a través de acciones cotidianas. En este lugar se plantan y
cosechan las hierbas con que se alimentan a los conejos y gallinas, que luego consumirán
todos los integrantes del Centro; también se prepara la harina y se cocinan los
panes y tortillas que complementarán los otros alimentos, por supuesto cultivados
aquí. Los muebles fueron hechos por los alumnos; las principales construcciones
y decoraciones también, como las botas o zapatos que llevan; todo en
colaboración con sus formadores, quienes de forma activa acompañan y respaldan
a sus pupilos tanto durante el aprendizaje como con los trabajos derivados de
esos procesos.
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La panadería era uno de los lugares con más actividad durante las horas que pasamos por el Centro. |
Al CIDECI llegamos en la mañana de
un miércoles soleado y fresco. Me acompañó Jordan Hunt, un anarquista yanqui
que me dio un gran abrazo de agradecimiento cuando le pedí si, por favor, podía
sacar fotos durante nuestra visita. El terreno donde se encuentra el Centro
está en el comienzo de una de las tantas lomas que se yerguen en los
alrededores de San Cristóbal. Fue fácil identificarlo por la gran zaranda de
protección que rodea las 15 hectáreas que pertenecen a la institución. La
entrada es intimidante, pero contradictoria. Un portón de cemento altísimo
advierte lo difícil que podría resultar entrar aquí para alguien no deseado.
Pero a su lado, una puerta de hierro, como de cárcel pero pintada de azul, se
muestra entreabierta, para nuestra sorpresa.
Pasamos sin que nadie nos diga
nada. A la derecha unos chicos detuvieron sus serruchos y martillos para
mirarnos desde lo que, descubrimos después, es la carpintería del lugar. Buscamos
a Raymundo Sánchez Barraza, “el doctor”, uno de los principales coordinadores del
funcionamiento de este espacio abierto que huele a vida, a cosa renovada con
constancia. Pregunto por el doctor a Miguel, la persona que se nos acerca y se
presenta con una amabilidad tan elocuente que parece artificial. Nos explica que el doc
que llegará en unos minutos, pero que estamos invitados a conocer todas las
instalaciones, si nos interesa.
Emprendemos el recorrido, con
Miguel al frente. Pasamos junto a la panadería, donde un grupo de mujeres
prepara tortillas y masas dulces. Vemos la biblioteca, variadísima; pasamos por
el sector donde se encuentra la editorial y la pequeña imprenta, y los
distintos salones donde se realizan los seminarios abiertos de los jueves, día
en el que el CIDECI abre las puertas a sus visitantes para asumir el segundo
título que acompaña a la entidad: Universidad de la Tierra.
Porque el Centro, que es una
expresión diaria de emancipación del sistema capitalista, de la persecución
eficaz de la autosustentabilidad, es también una usina propagadora de ideas y
debates en torno a las diferentes vertientes teóricas que abogan por la
liberación de los pueblos. Uno de esos ejemplos fue el último seminario que
tuvo lugar en mayo: “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista” (http://seminarioscideci.org/category/seminario-pensamiento-critico-frente-a-la-hidra-capitalista/),
inaugurado por nada menos que el subcomandante Moisés, nuevo vocero del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), íntimamente ligado al funcionamiento
y la protección del CIDECI.
Durante los encuentros que duró esa actividad,
como todos los que se desarrollan los jueves, se realizaron ponencias en
español y en dos dialectos de la región, y los debates posteriores a las
charlas fueron articulados en las tres lenguas por varios participantes que
hacían las veces de intérpretes.
El recorrido continuó. La mañana se
había convertido en un mediodía poblado de nubes y Miguel nos seguía mostrando salones
con nuevas opciones de formación, nuevas posibilidades de futuro para los
jóvenes que pasan por este reducto donde el ideal zapatista que pretende “todo
para todos” es una realidad concreta para su gente, los miembros de las
comunidades chiapanecas y de los alrededores mexicanos y guatemaltecos.
Sobre el final, sí, el doc nos esperaba en el pequeño salón
con biblioteca donde recibe a quienes quieren conocerlo. Pretendía
entrevistarlo, grabar unas pequeñas declaraciones para complementar tanta información
percibida durante las horas previas. Pero Raymundo Sánchez es un tipo
silencioso, y está cansado de las entrevistas. Con la misma parsimonia con la
que me hizo desistir de prender el grabador o abrir mi cuaderno para tomar
notas, comenzó a explicar por qué decidieron llamar Universidad de la Tierra a
este lugar. La razón es sencilla: el CIDECI, como entidad instructiva y
educativa, es uno de los tantos aliados en la lucha por la liberación de los
pueblos. Habla un rato, sugiere autores para leer, nos invita a venir al
seminario de los jueves, y nos despide pronto. Sabe que queremos hablar más con
él, que esperamos un poco más, pero tiene claro qué es lo importante. Y nos
repite: “miren lo que hay aquí. Miren lo que hay aquí y cuéntenlo, muéstrenlo.
Con eso basta”.
Más fotos sobre el recorrido por el CIDECI aquí.
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