22 de junio de 2015

Una vía para la autosustentabilidad

Pronto volveré sobre mis pasos y les hablaré sobre Palenque, el destino selvático donde se encuentra uno de los templos mayas más intrigantes del planeta. También sobre San Cristóbal de las Casas –donde estoy desde hace más de dos semanas–, que es algo así como un imán para artesanos, músicos, maestros y terapeutas de todo tipo, la mayoría de ellos viajeros de todo el mundo que sucumbieron demasiado fácilmente a los encantos de un pueblo sencillo y chico, pero que tiene casi todo lo que buscan quienes llegan aquí. Ya les contaré sobre eso.
Pero quisiera aprovechar este regreso, después de tanto silencio, para tratar de mostrar uno de los proyectos más interesantes que se desarrolla en esta parte de Chiapas, el combativo estado del sur mexicano. Se trata del Centro Indígena de Capacitación Integral – Universidad de la Tierra (CIDECI-UniTierra), que se encuentra a poco más de media hora del centro de San Cristóbal, en la colonia Maravillas.
Lo que ocurre en el CIDECI-UniTierra es una versión concreta de una comunidad autosustentable que se mantiene pujante desde hace más de veinte años, en parte gracias a la colaboración de los alumnos que viven aquí y se forman en variadísimos oficios y artes. Los chicos, indígenas de la región cuyas edades oscilan entre los doce y los quince años, pueden elegir entre las diferentes labores que los maestros del CIDECI transmiten: alfarería, carpintería, herrería, talabartería, peluquería, panadería, mecánica, pintura, música, entre muchos otros saberes que se comparten y multiplican a través de acciones cotidianas. En este lugar se plantan y cosechan las hierbas con que se alimentan a los conejos y gallinas, que luego consumirán todos los integrantes del Centro; también se prepara la harina y se cocinan los panes y tortillas que complementarán los otros alimentos, por supuesto cultivados aquí. Los muebles fueron hechos por los alumnos; las principales construcciones y decoraciones también, como las botas o zapatos que llevan; todo en colaboración con sus formadores, quienes de forma activa acompañan y respaldan a sus pupilos tanto durante el aprendizaje como con los trabajos derivados de esos procesos.

La panadería era uno de los lugares con más actividad durante las horas que pasamos por el Centro.

Al CIDECI llegamos en la mañana de un miércoles soleado y fresco. Me acompañó Jordan Hunt, un anarquista yanqui que me dio un gran abrazo de agradecimiento cuando le pedí si, por favor, podía sacar fotos durante nuestra visita. El terreno donde se encuentra el Centro está en el comienzo de una de las tantas lomas que se yerguen en los alrededores de San Cristóbal. Fue fácil identificarlo por la gran zaranda de protección que rodea las 15 hectáreas que pertenecen a la institución. La entrada es intimidante, pero contradictoria. Un portón de cemento altísimo advierte lo difícil que podría resultar entrar aquí para alguien no deseado. Pero a su lado, una puerta de hierro, como de cárcel pero pintada de azul, se muestra entreabierta, para nuestra sorpresa.
Pasamos sin que nadie nos diga nada. A la derecha unos chicos detuvieron sus serruchos y martillos para mirarnos desde lo que, descubrimos después, es la carpintería del lugar. Buscamos a Raymundo Sánchez Barraza, “el doctor”, uno de los principales coordinadores del funcionamiento de este espacio abierto que huele a vida, a cosa renovada con constancia. Pregunto por el doctor a Miguel, la persona que se nos acerca y se presenta con una amabilidad tan elocuente que parece artificial. Nos explica que el doc que llegará en unos minutos, pero que estamos invitados a conocer todas las instalaciones, si nos interesa.
Emprendemos el recorrido, con Miguel al frente. Pasamos junto a la panadería, donde un grupo de mujeres prepara tortillas y masas dulces. Vemos la biblioteca, variadísima; pasamos por el sector donde se encuentra la editorial y la pequeña imprenta, y los distintos salones donde se realizan los seminarios abiertos de los jueves, día en el que el CIDECI abre las puertas a sus visitantes para asumir el segundo título que acompaña a la entidad: Universidad de la Tierra.
Porque el Centro, que es una expresión diaria de emancipación del sistema capitalista, de la persecución eficaz de la autosustentabilidad, es también una usina propagadora de ideas y debates en torno a las diferentes vertientes teóricas que abogan por la liberación de los pueblos. Uno de esos ejemplos fue el último seminario que tuvo lugar en mayo: “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista” (http://seminarioscideci.org/category/seminario-pensamiento-critico-frente-a-la-hidra-capitalista/), inaugurado por nada menos que el subcomandante Moisés, nuevo vocero del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), íntimamente ligado al funcionamiento y la protección del CIDECI.
 Durante los encuentros que duró esa actividad, como todos los que se desarrollan los jueves, se realizaron ponencias en español y en dos dialectos de la región, y los debates posteriores a las charlas fueron articulados en las tres lenguas por varios participantes que hacían las veces de intérpretes.
El recorrido continuó. La mañana se había convertido en un mediodía poblado de nubes y Miguel nos seguía mostrando salones con nuevas opciones de formación, nuevas posibilidades de futuro para los jóvenes que pasan por este reducto donde el ideal zapatista que pretende “todo para todos” es una realidad concreta para su gente, los miembros de las comunidades chiapanecas y de los alrededores mexicanos y guatemaltecos.
Sobre el final, sí, el doc nos esperaba en el pequeño salón con biblioteca donde recibe a quienes quieren conocerlo. Pretendía entrevistarlo, grabar unas pequeñas declaraciones para complementar tanta información percibida durante las horas previas. Pero Raymundo Sánchez es un tipo silencioso, y está cansado de las entrevistas. Con la misma parsimonia con la que me hizo desistir de prender el grabador o abrir mi cuaderno para tomar notas, comenzó a explicar por qué decidieron llamar Universidad de la Tierra a este lugar. La razón es sencilla: el CIDECI, como entidad instructiva y educativa, es uno de los tantos aliados en la lucha por la liberación de los pueblos. Habla un rato, sugiere autores para leer, nos invita a venir al seminario de los jueves, y nos despide pronto. Sabe que queremos hablar más con él, que esperamos un poco más, pero tiene claro qué es lo importante. Y nos repite: “miren lo que hay aquí. Miren lo que hay aquí y cuéntenlo, muéstrenlo. Con eso basta”. 

Más fotos sobre el recorrido por el CIDECI aquí.

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