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5 de marzo de 2015

Tres rincones inolvidables



Comentaba en el artículo anterior que Cancún es un paraíso, pero me la pasé hablando de gastronomía y turismo. “Y mientras tanto sigo conociendo personas maravillosas y rincones inolvidables de este rincón que es un paraíso desvirtuado”, anuncié. En las imágenes y las palabras que vienen, intentaré mostrar algunos pedacitos de este paraíso, que lo es por la magnificencia de su naturaleza.

Playa Punta Cancún. Para llegar a esta playita hay que tomarse un camión (colectivo) al centro mismo de la zona hotelera, y desde ahí caminar hasta la marina Sólo Buceo. Una vez que atravesamos un largo ingreso de cemento nos topamos con esta playa corta (no tiene más de un kilómetro, y eso por aquí es una rareza) y con las aguas más cristalinas de esta parte de Cancún. Con varios muelles que se adentran en el mar, Punta Cancún es un lugar ideal para dar los primeros chapuzones de snorkel, ya que la marea, en los días tranquilos, suele ser bastante amable, casi sin olas.

Además del encanto que produce la claridad y la calma de sus aguas, Punta Cancún ostenta un viejo faro ubicado en el extremo derecho, en la zona rocosa que marca el final de este lugar al que vuelvo cada vez que puedo.

Laguna Nichupté. Este espejo de agua de más de 3.000 hectáreas es uno de los lugares más encantadores de Cancún, y en él que se practican numerosas actividades, desde paseos en lancha y pesca deportiva hasta recorridas nocturnas en busca de la fauna local, que cuenta con diferentes especies de cocodrilos, ranas leopardo y una amplia variedad de aves. La Nichupté cuenta con cuatro variedades de mangle (árboles leñosos que crecen en el agua), pero en los últimos años el crecimiento de la infraestructura de la zona hotelera produjo una considerable degradación. Esto, como no podía ser de otra manera, llevó a que actualmente se estén desarrollando proyectos de restauración del medio ambiente para tratar de paliar los efectos del “progreso” turístico.

El rincón desde el que disfruto la Nichupté es una suerte de muelle/bar abandonado que está a pocos metros de Frog´s, por lo que paso por ahí casi todos los días. Al tener un acceso poco visible desde la avenida, esa construcción dejada de lado y un poco venida a menos es un rincón silencioso, en el que las iguanas suelen calentarse al sol, y donde muy de vez en cuando algunos cocodrilos se pasean con una lentitud que parece simulada.

Akumal. Akumal es un pueblito a medio camino entre Playa del Carmen y Tulum, con una playa estrecha pero blanquísima, y un mar repleto de peces y, en menor medida pero más llamativas, tortugas y mantarrayas. Con Mayte, la compañera del hostel que me acompañó, habíamos llevado un par de antiparras, así que un poco después del mediodía ya estaba adentro del agua, con un sol tremendo y casi sin viento, un día que no era perfecto por lo excesivamente caluroso. La claridad ayudó a que el agua fuera aún más transparente, ampliando el rango de lo visible, agigantando la profundidad que se comienza a vislumbrar a unos doscientos metros de la costa. Llegué hasta ahí tratando de cruzarme con alguna de las tortugas marinas que le dan nombre al pueblo (akumal es, literalmente, tortuga en uno de los antiguos dialectos mayas), pero no tuve la suerte de nadar cerca de ninguna. Lo que me marcó de esa búsqueda fue la posibilidad de nadar a más de cuatro o cinco metros de profundidad, rodeado de muchísimos peces que andaban por ahí hacien
do sus cosas, y sentir la inmensidad de un mundo que conocemos (y la palabra es exacta) sólo superficialmente.

Nota: de las imágenes que ilustran el texto, sólo la de la laguna Nichupté fue tomada por mí. La fotografía de Punta Cancún la tomó el español de Guadalajara  Juanma Jimenez (JuanmaGuada en Instagram), mientras que el catalán Marc Cayetano estuvo detrás del lente que tomó a la “aguilita”, y me retrató junto a Mayte durante la tarde que compartimos en Akumal.

17 de febrero de 2015

Cancún, un pequeño paraíso

Apenas entro al aeropuerto, Cancún me hace sentir que estoy en una ciudad millonaria y dedicada al turismo de primer nivel. Las nacionalidades de quienes esperamos en la fila para hacer los trámites migratorios son incontables. Arriesgo que hay asiáticos de más de cinco países distintos. Por lo menos dos japoneses y un tailandés, con quienes viajamos desde La Habana. Mucha cara de árabe, mucha lengua rara. También muchísimos brasileños y españoles, creo que los dos que más alto hablan en este bochinche. Uno de los japoneses junto a los que caminé después de bajar del avión estaba viajando alrededor del mundo. Se le notaba por la manera en la que iba vestido, por el andar, por el color que tenían sus brazos y su cara. Me le acerqué para corroborar si mis presunciones eran ciertas.
–¿Viajando hace mucho, amigo?
–Hola –y sonríe–. Año medio. Ahora México Belice.
–Eso suena muy interesante. ¿De dónde es usted?
–Japón, Japón. Sí mucho llamativo, mucho naturaleza en México Belice.
Su cara era pura amabilidad, pero también mostraba un gran cansancio. Me alejé regalándole una última sonrisa y deseándole suerte. No volví a verlo desde entonces. Quería recordar ese pequeño diálogo porque fue muy importante observar el semblante de ese viajero trajinado y tranquilo. Su serenidad es alentadora.
Llegué aquí a fines de diciembre, y durante los primeros días tuve la gratísima posibilidad de hospedarme en el departamento de Anahí Maldonado, una contadora catamarqueña que vive hace siete años en este bello rincón mexicano y que me recibió con los brazos abiertos. A ella debo no sólo la estadía en su casa, sino también los primeros consejos sobre esta ciudad, además de muchos comentarios tranquilizadores antes incluso de que comenzara el viaje.
No podía, sin embargo, quedarme durante tanto tiempo en lo de Anahí, así que comencé por buscar un trabajo con el cual incrementar mis alicaídas arcas monetarias. Muy pronto, durante una tarde en un hostel donde charlábamos y tomábamos tequila con tres chicos de San Diego y una chica de Jalisco, surgió una posibilidad: Carla –la chica de Jalisco– trabajaba en Señor Frog´s, una cadena internacional de bares, y podía conseguirme una entrevista ahí.
Me presenté al otro día con una barba de más de una semana, sin saber que iba a desaparecer en las próximas horas. Me recibió Alex, el gerente de la franquicia que la cadena tiene en Cancún, una de las más “fuertes” del país. Le bastó saber que manejaba el inglés para decirme que estaría a prueba por un tiempo. Debía presentarme al otro día con jeans y zapatillas blancas, y rasurado completamente. “¿Aunque sea día de por medio me podré afeitar?”, fue lo primero que pregunté cuando conocí las nuevas condiciones, pero quien sería mi nuevo jefe –un colombiano joven, comprensivo y muy inteligente– me aclaró los tantos con una imitación graciosa y a la vez estúpida que tienen en México de los argentinos: “rasurado a cero todos los días, boludo”. Eso fue antes de Navidad, y desde entonces vengo trabajando en Frog´s con el objetivo de juntar “baro”, como le llaman al dinero, y seguir mi recorrido por los incontables lugares imperdibles sobre los que me voy enterando con el lento andar de los días.
Además del gran contraste entre pasar más de un mes sin trabajar a jornadas de entre ocho y doce horas dentro de un bar en el que no se puede frenar casi en ningún momento, el cambio del ritmo y del entorno hicieron que a pocos días de encontrarme aquí me sintiera en un viaje nuevo, sin dudas una nueva etapa.
Una de las primeras fotos en Frog´s. Se acercaba la Navidad.
¿Cómo es Frog’s? Sin caer en las descripciones o imágenes que se pueden encontrar en Internet, me gustaría contar la manera en la que viven Frog’s quienes se encargan del servicio en el lugar, y cuáles son sus principales tareas. El eje de las actividades, además de una gran variedad de comidas y bebidas al estilo tex-mex (piensen en todo tipo de hamburguesas, tacos, burritos, enchiladas, y también platos con camarones y otros frutos de mar), es el entretenimiento. “Ven por la comida, quédate por la diversión”, dice uno de los slogans que se repiten en las diferentes pantallas que ostenta el gran local, ubicado en el centro mismo de la zona hotelera cancunense, nada menos que frente al renombrado Coco-Bongo y a una de las mayores filiales (actualmente en reparación) del Hard Rock Café. Muchas de las personas con las que hablé describieron a este sector de la ciudad como una imitación bastante bien lograda del espíritu de Las Vegas, meca del desenfreno ostentoso y controlado.
El eje es la diversión, entonces. Se vende buena comida y buena bebida, sí, pero sobre todo diversión. Y los encargados de concretar esa premisa son todos los integrantes del staff, con preeminencia de los meseros y sus ayudantes, los garroteros, entre quienes me encuentro. En Frog´s lo que importa es el desmadre. Hay que hacer desmadre, hay que molestar, hacer reír, asustar, poner incómodos y reconfortar a los invitados (como llamamos a los clientes); todo mientras se les toman los pedidos, se les sirve, se les mantienen limpias las mesas, se les recomiendan bebidas y postres, y se les cobra y se los despide. Los recursos son muy variados: hay una serie de coreografías que bailamos en un gran escenario; también hay carteles con frases como “Mr. Big” o “Mala copa” (mal machao’, diríamos en Catamarca) que ponemos detrás de las sillas, y pueden hacer llorar de la risa a cualquier gringo (norteamericano, canadiense) o paisano (mexicano) y dejarles media sonrisa grabada toda la noche.
En cuanto a las tareas más relacionadas con el servicio, como garrotero me encargo de la limpieza de las mesas de mi estación (tienen entre cuatro y seis mesas) y de ser la sombra del mesero, estar a su disposición para lo que sea. Las jornadas son largas, pero se pasan rápido por la intensidad con la que se está ahí adentro. Si bien ya estoy adaptado al lugar, no dejo de sentirme incómodo por ser un engranaje tan evidente de una industria de la alimentación y el entretenimiento con la cual estoy en desacuerdo, y en un establecimiento en el que el narcotráfico es una sombra que pulula por todos los rincones. Tomo este paso por Frog´s como un desafío y un aprendizaje importante relacionado con la humildad, el esfuerzo, la constancia y la capacidad de adaptación. Y mientras tanto sigo conociendo personas maravillosas y rincones inolvidables de este rincón que es un paraíso desvirtuado, pero que aún no deja de ser eso, un pequeño paraíso.
La nota completa, también en Catamarca Actual.

2 de febrero de 2015

Una contradicción continua

Cuba comienza a cambiar en mi mente, a transformarse en otra cosa, algo más etéreo. Cuba comenzó a ser un recuerdo: un ladrillo en ese edificio de plumas que llamamos memoria. Y no quiero que se estanque ahí sin escribir sintiéndola aún tan cerca, pese a la distancia. Porque estoy en la ciudad de Cancún, uno de los paraísos mexicanos destinados al turismo internacional, pero me gustaría recuperar algunos testimonios para pensar un poco más a ese país tan poco común, tan único como el que dejé antes de que terminara el año pasado.
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La sensación que más me acompañó durante aquellos días fue una especie de doble extrañamiento constante, por las cosas buenas y malas que ocurren en la isla. Hay lugares a los que es fácil catalogar, construir una opinión que más o menos nos cierre, y luego decir “tal lugar me pareció…” y soltar un par de frases que lo engloben sin demasiadas omisiones. Eso es imposible con Cuba, porque incluso entre cubanos del mismo estrato sociocultural las diferencias de opinión y miradas pueden ser gigantes. La familia Castro, por ejemplo, es uno de los ejes sobre los que giran las contraposiciones, y hasta el mismo Fidel puede ser motivo de los más grandes insultos por cualquier vecino.
Es en la vida cotidiana donde las contradicciones se ponen de manifiesto de modo más visible, más palpable para los visitantes. La inseguridad ni siquiera es una sensación, por ejemplo. En grandes áreas de La Habana prácticamente no existen zonas en las que uno peligre o sienta ante la posibilidad de un peligro. Muchas de mis caminatas transcurrieron durante la madrugada, por calles en completa oscuridad, zonas donde se evidenciaba una gran pobreza. Aún en esos extensos rincones habaneros donde cualquiera podría sentirse presa fácil, me sentí seguro, y en muchas conversaciones pude comprobar que la sensación era compartida. Sensación tan compartida como la escasez alimentaria que atraviesan grandes masas de cubanos, cuyas dietas se limitan a unos pocos productos frescos y una gran cantidad de arroz y otros granos y legumbres.
De esos claroscuros se alimentan las consideraciones en torno a Cuba. Recupero algunas visiones:
Delia es una vendedora de artesanías y recuerdos en un localcito del mismísimo centro de la Habana Vieja. Es el típico lugar pintado de blanco, y atiborrado con remeras con la cara del Che, boinas, maracas, cuadros súper coloridos. Trabaja de lunes a lunes, desde las 9 de la mañana hasta entrada la noche. Coincidimos en una máquina (los taxis compartidos de los que hablé anteriormente) y terminamos comiendo una pizza cerca de su casa. Ella está enojada con el gobierno, no entiende que haya tantos privilegios para los turistas, tan buen trato en los lugares de comidas o en los de vacaciones, y tan malos tratos para los locales. “Esto es el mundo del revés chico”, era la frase que repetía después de contarme, molesta, algunas de las dificultades que atraviesa. La más clara, tener que trabajar tanto tiempo para estar con lo justo, sin mayores placeres que las telenovelas de las noches y una que otra salida sólo muy de vez en cuando.
Es distinta la mirada de Danny Arévalo, estudiante de cine con quien hice buenas migas durante el festival cinéfilo que conté en el texto anterior. Para él, en la isla hay infinitas posibilidades, pero para aprovecharlas hay que ser muy creativo al momento de pensar cualquier iniciativa. Sostiene que con inteligencia y formación se pueden conseguir buenos trabajos o concretar proyectos que puedan ofrecer un buen nivel de vida para cualquiera. Las puertas de las universidades están abiertas para todos en la isla, algo que facilita el camino para todo aquel que esté dispuesto. En su caso, para solventar sus gastos Danny es colaborador en distintas producciones fílmicas que pueden ir desde un videoclip de una banda de salsa a la transmisión en vivo de algún evento de relevancia nacional. Se las arregla muy bien, Danny: es fotógrafo, editor, maneja la grúa y tiene nociones de director muy trabajadas. Es necesario un gran esfuerzo, uno sostenido, pero en su caso, la fórmula funciona, y por lo menos en un par de casos más también.
La persona que más defendió a Cuba durante mis consultas fue una española, Fe Corrocheno del Pino. La madrileña aceptó que la isla es “una contradicción continua”, pero valoró el sistema de salud y la calidad universitaria. “Puedes no tener chocolates, o que te falte tal o cual adorno, pero aquí no tendrás hambre, y si te enfermas tendrás un hospital y un profesional de primera que estarán a tu disposición por nada… ¡por nada tío!”, dijo con vehemencia. Fe vacaciona desde hace 25 años en la isla, y en ese diciembre estaba terminando una recorrida por todo el país. “Aquí la gente está viva y activa”, aseguró, golpeando con su índice en la mesa para darle un respaldo definitivo a su frase. ¿La casi total ausencia de Internet? Secundario a su entender, aunque yo disienta por la infinita cantidad de recursos que se pueden aprovechar en la red.
Decidí hacer esta pequeña recopilación de testimonios porque todavía me resulta muy difícil encontrar una definición propia sobre la isla. Debería estudiarla más, en primer lugar, y volver a ella unas cuantas veces. Pero de entre todo lo que recuerdo, las palabras del intelectual Roberto Fernández Retamar aún me parecen las que mejor se acercan a lo que es mi incipiente opinión: “en el socialismo el guión es muy bueno, pero la realización deja mucho que desear”. Tras el acuerdo con Washington de semanas atrás, quizás se pueda esperar una mejor producción para los cubanos. La isla, el gobierno castrista, están ante la posibilidad de un hito que podría superar a lo conseguido con la Revolución del 59. Habrá que ver cómo dirigen este capítulo que recién comienza.
La nota completa, también en Catamarca Actual.

28 de diciembre de 2014

Días de cine

Si estás dispuesto a ver, los viajes te enseñan muchas cosas, te muestran lo que podrías haber hecho mejor, lo que podrías cambiar y lo que podrías aprovechar de determinada situación cuando es irreversible. Me explico… A poco de llegar a la Habana caí en la cuenta de dos cosas: 1. El alquiler de mi habitación era carísimo, más del triple de lo que se podía conseguir caminando unas cuantas horas, y 2. Reservar diez días (y pagarlos) en ese lugar no sólo me limitó monetariamente, sino que me ató a la ciudad impidiéndome hacer salidas al interior de la isla, casi todas a más de cinco o seis horas, lo que me obligaba a hacer nuevos gastos para dormir que no estaba en condiciones de hacer (1).
¿Cómo hacer para que esa errata no se sintiera tanto y disfrutar de la Habana sin lamentaciones por no ir a Varadero, Viñales o Trinidad? Disfrutando lo que la ciudad tiene para mostrar. Aunque, en este caso, el verbo sería proyectar. El 4 de diciembre, cuando llevaba cinco días habaneros y veía disminuidas mis posibilidades de conocer nuevos lugares interesantes, comenzó el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, que por diez días plagó las carteleras de todos los cines de la capital.
Cuba 3
El menú inevitable entre película y película: una o dos pizzas, y a las siguiente función. Me acompañan Alejandro Calero y Danny Arévalo, hoy desconocidos amantes del cine. Confío en que pronto serán grandes realizadores.
Casi todas las salas –construcciones viejas, grandes, ninguna con menos de 200 asientos y una, la del cine Yara, con más de 500 localidades– se ubican en un rango de veinte cuadras y todas, sin excepción, exponían películas desde las 10 de la mañana hasta las 0:30 del día siguiente. Cuando me enteré de esa novedad (un cartel gigante la anunciaba frente al cine Riviera, uno de los que más visité en esos días), no podía creerlo. Como uno de los tantos cinéfilos que Córdoba engendró, me había ido de Argentina con la penosa noticia, en tierras doctas, de que el Cine Teatro Córdoba (una joya de las salas independientes) cerraba para dejar lugar a un proyecto nuevo, aún con destino incierto en materia de cartelera. Y toparme con “tremenda panzada audiovisual” –como dijo uno de los organizadores del festival– fue un regalo demasiado bueno para mis expectativas.
Desde que supe del festival, mis días fueron una seguidilla de película tras película, con altos y bajos, con un par de bodrios insufribles –uno de ellos argentino, lamento reconocer– y con algunas piezas sublimes. Pero una vez más, lo que hizo verdaderamente disfrutable a todo aquello fueron las personas que me crucé, y con las que comencé a hacer una suerte de maratón cinéfila que incluía largas críticas a cada pieza que veíamos. Todos ellos son estudiantes de distintas carreras relacionadas al cine o las artes plásticas, y las charlas que salían de ese pequeño grupo le daban al festival un sentido más rico y sabroso (2).
Ese mago llamado Roberto Bolaño
Además de pasárnosla caminando de un cine para otro, en algunos casos corriendo por lo apretado del programa, por la noche compartíamos las fiestas que daban los organizadores en Río Esperanza, un bar escondido en medio del barrio del Vedado. Tanto tiempo compartido me llevó a estrechar relaciones con varios de las chicas y chicos con los que disfrutábamos del festival y a conocer muchas de sus inquietudes y proyectos. A través de ellos también supe de un fenómeno digno de un cuento, o de un corto cinematográfico. Cuando hablábamos sobre literatura muchos de ellos pronto llevaban sus elogios y preguntas a Roberto Bolaño, escritor chileno reconocido por su gran literatura y por su espíritu viajero, que lo llevó por distintas partes de nuestro continente y de Europa, donde terminó su vida hace poco más de una década (3). Y la recurrencia de los comentarios sobre su manera de escribir, y específicamente a una de sus grandes novelas, Los detectives salvajes, me llevó a preguntarles por la razón de tanto fanatismo. “Todos la estamos leyendo”, me contó Calero.  Pensé que se trataba de algo así como un club en el que cada uno tenía su libro y se juntaban a disfrutarlo de cuando en cuando, pero fue el mismo Calero el que me explicó que esa lectura colectiva no era a través de varias ediciones, sino a la rotación de una sola que pasaba de mano en mano a medida que la iban terminando. Uno de los chicos, incluso, me contó lamentado que tuvo que pasar su turno porque no tenía tiempo de leer cuando el libro estaba con él, y ahora no veía las horas de poder ver a Los detectives en sus manos otra vez.
Al saber de este hecho mágico, de ese pedazo de literatura que se desarrolla en Cuba en este mismo instante, no pude evitar pensar desde el bibliófilo que tengo adentro y prometerles el envío de una edición nueva de ese libro apenas pueda conseguirlo aquí en Cancún. Espero concretar esa promesa cuanto antes y seguir multiplicando la horda de bolañianos sedientos de gran literatura.
1. Cuba es un país comunista, eso lo saben todos. Pero lo que pocos intuyen es que uno de los puntos en los que esa herencia rusa se manifiesta es en la rigidez de su policía y su ejército. No se puede dormir en las terminales, no se puede dormir en las calles, así que en este punto del viaje decidí ser precavido y mantener mi bolsa de dormir guardada para otros momentos… y debo aceptarlo, el miedo del comienzo del viaje también jugó sus cartas.
2. Recomiendo las películas que más me gustaron: Las cubanas “Conducta” y “Fátima” son lo mejor que vi de las locales. Y “El gran cuaderno”, de Hungría, fue lo más disfrutable del festival. No fui a verla en estos cines, pero supe que “Relatos salvajes” fue aplaudida de pie y a sala llena en todas las salas donde se proyectó.
3. Esto de las notas aparte puede ser molesto, pero necesito agregar esta, porque Bolaño es uno de mis escritores favoritos (el podio varía todo el tiempo pero lo tiene siempre adentro). A fines de 2008 entré en una loca carrera de lectura de sus libros, que me llevó a un fanatismo que se mantiene hasta hoy, aunque más solapado que cuando era un “proselitista bolañiano” que cansaba a todo el que se cruzara conmigo hablándole sobre sus textos. Reencontrarme de esta manera con su obra, con los hechos que genera su obra, fue poco menos que mágico para mí. Esta es una historia de las tuyas, Roberto, espero que la disfrutes donde quiera que estés.
La nota completa, también en Catamarca Actual.

27 de diciembre de 2014

Retratos #1

Retratos: sección nueva, esporádica: sale cuando surge.
Aquí están Jevjenij Melnik y Ramune Stasiunaite, ambos de Lituania. Las fotos fueron tomadas por la mañana en una plaza de Cancún, frente al hostel Quetzal.Jev & RamuneJev & Ramune II

23 de diciembre de 2014

Las cuatro primeras...

La falta de Internet me impidió ir subiendo las primeras crónicas, que se publican en el sitio Catamarca Actual. Aquí está una puesta al día. Espero que las disfruten.


Desde dónde salgo

“El Corsa amarillo avanzaba a toda velocidad por la avenida que lleva al aeropuerto internacional Pajas Blancas, en las afueras de la ciudad de Córdoba, y la urgencia del motor se parecía a la que había en mi cabeza unas horas atrás, cuando todavía no estaba armada la mochila…” Nota completa.

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El primer contacto y mis iniciales anfitriones en Cuba

“Uno de los libros que traje conmigo se llama Free play: la improvisación en el arte y la vida, y entre las muchas sugerencias que da su autor, Stephen Nachmanovitch, está la de vivir con misticismo no desde algún sistema de creencias religiosas, sino desde la experiencia personal y directa. Estar atento a las señales, entregarse a lo que dicte la intuición, saber leer los mensajes que se tejen a nuestro alrededor. Si bien estoy abierto a ese tipo de vivencias, no pensé que sería alcanzado por estos guiños del universo a tan poco tiempo de haber llegado a La Habana…” Nota completa.

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Despedida de Cuba en un momento histórico

“El club de jazz Bertolt Brecht, con su techo bajo y su escenario apenas unos centímetros por encima del público, era un estallido de gritos y gente bailando al ritmo de Interactivo, una de las bandas más respetadas y que mejor suena en toda La Habana, un proyecto colectivo al que están invitados músicos de primer nivel, en una combinación de juventud y experiencia siempre fluctuante. Interactivo, con un jazz potente y marcado por el ritmo de piano, maracas y tumbadoras, hacía vibrar a las doscientas, doscientas cincuenta personas que nos amontonábamos para estar cerca de las cuatro voces –tres mujeres, un hombre– y del despliegue colectivo de los instrumentos…” Nota completa.

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El ojo del ciclón, un rincón mágico de La Habana

“Los hechos por la reanudación de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ameritaban, cuando menos, esa pequeña mención que les trasmití en mi anterior relato, y en el que -sin dudas- no pude incluir todos los sentimientos que me rodearon durante esa histórica jornada que, afortunadamente, tuve el privilegio de vivir personalmente en La Habana…” Nota completa.