5 de marzo de 2015

Tres rincones inolvidables



Comentaba en el artículo anterior que Cancún es un paraíso, pero me la pasé hablando de gastronomía y turismo. “Y mientras tanto sigo conociendo personas maravillosas y rincones inolvidables de este rincón que es un paraíso desvirtuado”, anuncié. En las imágenes y las palabras que vienen, intentaré mostrar algunos pedacitos de este paraíso, que lo es por la magnificencia de su naturaleza.

Playa Punta Cancún. Para llegar a esta playita hay que tomarse un camión (colectivo) al centro mismo de la zona hotelera, y desde ahí caminar hasta la marina Sólo Buceo. Una vez que atravesamos un largo ingreso de cemento nos topamos con esta playa corta (no tiene más de un kilómetro, y eso por aquí es una rareza) y con las aguas más cristalinas de esta parte de Cancún. Con varios muelles que se adentran en el mar, Punta Cancún es un lugar ideal para dar los primeros chapuzones de snorkel, ya que la marea, en los días tranquilos, suele ser bastante amable, casi sin olas.

Además del encanto que produce la claridad y la calma de sus aguas, Punta Cancún ostenta un viejo faro ubicado en el extremo derecho, en la zona rocosa que marca el final de este lugar al que vuelvo cada vez que puedo.

Laguna Nichupté. Este espejo de agua de más de 3.000 hectáreas es uno de los lugares más encantadores de Cancún, y en él que se practican numerosas actividades, desde paseos en lancha y pesca deportiva hasta recorridas nocturnas en busca de la fauna local, que cuenta con diferentes especies de cocodrilos, ranas leopardo y una amplia variedad de aves. La Nichupté cuenta con cuatro variedades de mangle (árboles leñosos que crecen en el agua), pero en los últimos años el crecimiento de la infraestructura de la zona hotelera produjo una considerable degradación. Esto, como no podía ser de otra manera, llevó a que actualmente se estén desarrollando proyectos de restauración del medio ambiente para tratar de paliar los efectos del “progreso” turístico.

El rincón desde el que disfruto la Nichupté es una suerte de muelle/bar abandonado que está a pocos metros de Frog´s, por lo que paso por ahí casi todos los días. Al tener un acceso poco visible desde la avenida, esa construcción dejada de lado y un poco venida a menos es un rincón silencioso, en el que las iguanas suelen calentarse al sol, y donde muy de vez en cuando algunos cocodrilos se pasean con una lentitud que parece simulada.

Akumal. Akumal es un pueblito a medio camino entre Playa del Carmen y Tulum, con una playa estrecha pero blanquísima, y un mar repleto de peces y, en menor medida pero más llamativas, tortugas y mantarrayas. Con Mayte, la compañera del hostel que me acompañó, habíamos llevado un par de antiparras, así que un poco después del mediodía ya estaba adentro del agua, con un sol tremendo y casi sin viento, un día que no era perfecto por lo excesivamente caluroso. La claridad ayudó a que el agua fuera aún más transparente, ampliando el rango de lo visible, agigantando la profundidad que se comienza a vislumbrar a unos doscientos metros de la costa. Llegué hasta ahí tratando de cruzarme con alguna de las tortugas marinas que le dan nombre al pueblo (akumal es, literalmente, tortuga en uno de los antiguos dialectos mayas), pero no tuve la suerte de nadar cerca de ninguna. Lo que me marcó de esa búsqueda fue la posibilidad de nadar a más de cuatro o cinco metros de profundidad, rodeado de muchísimos peces que andaban por ahí hacien
do sus cosas, y sentir la inmensidad de un mundo que conocemos (y la palabra es exacta) sólo superficialmente.

Nota: de las imágenes que ilustran el texto, sólo la de la laguna Nichupté fue tomada por mí. La fotografía de Punta Cancún la tomó el español de Guadalajara  Juanma Jimenez (JuanmaGuada en Instagram), mientras que el catalán Marc Cayetano estuvo detrás del lente que tomó a la “aguilita”, y me retrató junto a Mayte durante la tarde que compartimos en Akumal.

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