Suele pasar: una película, una canción o un libro que estamos viendo, escuchando o leyendo es tan deslumbrante que genera la necesidad de saber por qué fue creado de esa manera, cuáles fueron las motivaciones que hicieron posible la gestación de ese producto antes inexistente y que ahora se entromete en nuestro pensamiento, nuestros recuerdos. Hace muy pocos días, apenas dos fines de semanas atrás, el filme El caballo de Turín tuvo un paso fugaz por las carteleras locales, dejando a muchos con una paleta de incógnitas que podría contener: ¿por qué ese plano?, ¿por qué ese viento constante y molesto?, ¿por qué tan pocos diálogos y en cambio sí, tantos silencios entre los protagonistas? Los críticos cinéfilos se encargaron de promocionarlo como el “estreno del año”, y antes y después de su paso dedicaron muchas líneas a su valoración. Pero aún así faltaba algo: resulta tan intrigante esa pieza húngara que daban ganas de tener al propio Béla Tarr, su director, dando cuenta de las decisiones fundamentales que moldearon esas casi tres horas de tomas intrigantes.
Casos similares ocurren seguido con los libros, donde la imaginación tiene un rol más creativo y el contacto con la obra es más extenso, lo que da pie a un número mayor de dudas. Pero en el caso del ejemplar que presento aquí, la edición crítica de Tres golpes de timbal, probablemente muchas de las preguntas que genere esta novela de Daniel Moyano quedarán saldadas. Con la coordinación de Marcelo Casarin –también impulsor y prologuista de la reedición de El trino del diablo, en 2004–, y el auspicio la Universidad de Poitiers y la UNESCO, entre otras instituciones, Alción Editora sacó a la luz un ejemplar que seduce por su belleza y conquista por su contenido. Y responde.
Responde a las preguntas de las que hablábamos antes, a esas dudas que genera el camino a través de las páginas de una historia como ésta, llena de simbolismos y con lógica propia, y responde también a la estatura literaria de Moyano, cuya obra venía mereciendo un trabajo de orfebrería como el que surgió para analizar este canto contra el olvido. Juro que ya comienzo a hablar de qué va la novela, pero es necesario, al menos, listar el material extra que la rodea, que entre otras joyitas cuenta con el que vendría a ser el primer texto póstumo del jujeño Héctor Tizón, fallecido recientemente y encargado de las palabras que abren el libro. Una nota introductoria de Casarin y cuatro análisis filológicos completan la previa al texto, que es seguido por una cronología tras la cual llega lo más rico de esta edición: una serie de fotos de hojas manuscritas, cartas a máquina, telegramas y demás documentos que abordan Tres golpes…, opciones para personajes, consejos que Moyano se daba a sí mismo para determinados pasajes. Quizás sea aquí donde la edición crítica toma un valor excepcional, ya que brinda acceso a una parte decisiva de la construcción literaria.
El detalle de esos materiales y otros que no cité, no obstante, tendrá que buscarlos el lector, porque va siendo hora de abordar lo hecho por este escritor nacido en Buenos Aires (1930), criado en Córdoba, perseguido en La Rioja y muerto en Madrid (1992). Su destino trashumante, sus cambios de patria y de tonadas, se dejan ver no sólo en la nostalgia de sus personajes, sino también en el nudo de sus argumentos, siempre cruzados por traslados forzosos. Ocurrió con Triclinio, aquel ducho violinista que supo conquistar la Capital en El trino del diablo, y pasa también en Tres golpes…, donde Eme Calderón, virtuoso cantor, necesita y a la vez debe salir a buscar la “canción del gallo blanco”, esa que no sólo encierra las verdades sobre sus padres desaparecidos, sino también la historia de Lumbreras, un pueblo cordillerano desaparecido a fuerza de explosiones.
Con un aire a relato mítico, vemos cómo el narrador llega a Minas Altas, último bastión de los habitantes y la fauna de los Andes, para una doble tarea: brindar información climática a los científicos, y reconstruir la memoria del pueblo, y con ese manuscrito guardar para siempre la historia de un lugar que también podría dejar de existir. Todo el relato se construye a partir de lo expuesto por Fábulo Vega, astrónomo y titiritero del lugar. Serán los muñecos del viejo Fábulo los que brindarán la materia prima al narrador, que deberá dar cuenta de lo que ocurre con Eme en su periplo y también en ese rincón montañoso durante su ausencia.
Siempre desde la búsqueda de armonías y deslumbramientos, Moyano construye en cada una de sus frases un fragmento memorable, y de a poco va armando una historia que se desborda de destinos cruzados, interacciones inesperadas y correlaciones ínfimas pero claves, que hacen de ésta una novela atrapante y exigente. La lejana búsqueda de Eme, corrido por un momento del relato, pronto se haya influenciada por el descubrimiento de unos sonidos desconocidos surgidos del “meteorófono”, que los músicos del pueblo –personajes que siempre vuelven en los textos de este autor– se encargarán de forjar a partir de intuiciones auditivas. Así, en paralelo al recorrido del joven cantor, todo Minas Altas también estará pendiente de la llegada del bendito instrumento, único capaz de acompañar la mágica voz que habrá de traer la canción memoriosa. Ejercicio de memoria, de advertencias y destreza narrativa, el manuscrito (la novela) llegará a su fin tras haber dejado miles de pistas, consejos, y sí: también preguntas.
Al entregarme el ejemplar sobre el que redacto estas notas, el editor Juan Carlos Maldonado desadvertía, como invitando: “no hace falta haber leído nada para entrar aTres golpes…; sólo hay que dejar que el lenguaje te entre por los poros”. Y ese fue el título de esta nota. Pero tras la lectura de la novela, al pasar por una de las tantas fotos que se incluyen aquí, encontré una página que contenía variantes para nombrar al texto. Entre ellos, subrayados, se destacan “El manuscrito de los Andes”, “Tres golpes de timbal”, “Manuscrito andino”. Elijo quedarme con el último, y darle, aunque sea desde esta página, esa variante sudamericana a un texto que merece lecturas por todo el continente.
(Publicado en el suplemento cultural del diario Hoy Día Córdoba)
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