Hombre perezoso y desganado, el canon literario suele abrazar con vehemencia a unos pocos amigos y dejar abandonados a muchos otros que, sorprendidos, no gozan de su cariño. Aconsejado desde hace siglos por críticos, académicos, historiadores y varios cófrades cercanos, el canon va eligiendo nuevas figuras que moldean los gustos de miles. Pero hay veces en las que al canon lo sorprenden, y tiene que abrazar a gente que había elegido dejar de lado, o llega un invitado inesperado que no puede evadir. Otras veces, también, puede recibir lecciones, como la recordada sucesión de cachetadas que, en Buenos Aires, le propinó la revista Contorno, allá por la década del 50, y que lo obligaron a reacomodarse. Más cerca en nuestro tiempo, y desde Córdoba, la editorial independiente Buena Vista se encargó de darle un tirón de orejas con la colección Las Antiguas. Primeras escritoras argentinas, conformada por obras de mujeres nacidas en el siglo XIX pero que, por múltiples factores, fueron dejadas de lado con el paso del tiempo.
La colección, dirigida por la especialista Mariana Docampo, incluye textos variados, entre los que se destacan Recuerdos de viaje, de Eduarda Mansilla, hermana del reconocido Lucio Victorio; El lujo, de Lola Larrosa, y una de las joyas de la iniciativa, la Cocina ecléctica de Juana Manuela Gorriti, quien tras una vida de trashumancia en la que alternó años en Argentina, Bolivia y Perú, encaró la sabrosa tarea de recopilar recetas de la región y aunarlas en un libro exquisito.
En el texto que antecede cada tomo de Las Antiguas, Docampo busca razones para el olvido: “Las explicaciones que comúnmente se dan a esta circunstancia no son muchas, la más difundida y con visos fantásticos es que no existieron escritoras, otra, no menos difundida y sin duda maliciosa, es que las pocas que hubo fueron malas.” Así comienza el desmontaje de lo establecido y surge esa vocación de rescate y construcción, que se refuerza, también en cada libro, con un prólogo a cargo de distintas escritoras contemporáneas que a través de un profundo abordaje ponen en situación al lector actual, lo acercan al contexto en que la obra fue producida, y contribuyen a enriquecer considerablemente la lectura. Este es, luego del ecléctico corpus que forma la colección, el acierto más grande de Buena Vista: no sólo entregar esos textos olvidados, sino acompañarlos de voces sabias y a la vez actuales, que nutren la experiencia de descubrimiento que supone adentrarse en ese mundo antiguo.
Justamente uno de esos textos, escrito por la poeta, profesora y traductora María Cristina Piña, es no sólo una antesala ideal, sino una invitación tentadora a la novela Stella, de Emma de la Barra. En el prólogo de Piña nos enteramos que este libro es considerado el primer best seller de la literatura argentina, ya que cuando se publicó por primera vez, en 1905, agotó nada menos que nueve ediciones en pocos meses. Pero no sólo eso, ya que Stella se convirtió en todo un éxito debido a que la autora había decidido firmar el libro bajo un seudónimo –César Duayen–, que posteriormente fue el puntapié inicial de un concurso organizado por el diario La Nación para revelar a la verdadera artífice detrás de la máscara masculina.
Luego de tanto prolegómeno es hora, ya, de entrar al mundo de Stella, cuyo subtítulo, Una novela de costumbres argentinas, prefigura la historia y a la vez engaña, porque si bien el texto se aboca a rescatar la vida social del país, está lejos de adecuarse al estilo pretendido por el canon de la época, no sólo porque el realismo de Dela Barra viene teñido con destellos de romanticismo, sino porque es una postura feminista y activista la que subyace en cada una de las páginas. Será Alejandra, hermana de la desdichada Stella que da título a la obra, la que protagonizará los principales conflictos, que no serán pocos, ya que la autora busca en estas páginas hacer un retrato bien amplio de esos años en los que el siglo XIX comenzaba a despedirse.
Las galas aristocráticas, los eventos hípicos y muchos otros, tendrán a Alejandra como centro de atención, y en ese derrotero se tejerán historias de amor y pesar. Mientras, la pobre Stella, imposibilitada para caminar desde nacimiento, simbolizará a la mujer horizontal, pisoteada, que no puede salir más allá de la puerta de calle.
En su Introducción a la teoría de la literatura, el inglés Terry Eagleton enseña que lo que actualmente es literatura, mañana puede ser historia o filosofía, o viceversa. También plantea que la evolución y el asentamiento del canon es algo que, si bien suele tener bases firmes que se mantienen durante siglos, puede modificarse ante situaciones imprevistas. Stella, entonces, podría considerarse también una excelente pieza para entender la historia de nuestro país, y en el mismo camino servir para zamarrear a ese perezoso y desganado, y mostrarle que hay mucho más por abrazar.
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