Ahora mi faringitis tiene apellido, qué bien: “Faringitis Pultacea”. Ahá, mucho gusto. Hay que seguir tirado, hacer el bendito reposo que todos recomiendan y meterle con los nuevos caramelitos: Cloritromicina 500. Así que aquí estoy, reposando. El tema es que al principio, cuando me enfermo, siempre me ilusiono con cuánto voy a leer, y después resulta que termino más embotado que por 38,5 grados de fiebre de tanto estar echado con poca luz y sin moverme. Ayer terminé lo que más me entretuvo en estos días de cabeza pesada, Recuerdos de Córdoba (el libro de Lo Presti, escribiré algo sobre él en estos días) y ahora quedé mano a mano con Contraluz, uno de los tantos mamotretos de Pynchon que aún en su edición “de bolsillo” es incomodísimo para leer en cualquier posición que no sea sentado y con el broli sobre una mesa. Pero siempre me llaman esos libros, como que esos lomos gordos me desafían, “dale, ¿te animás, lectorcito de mentiras?”, así que termino leyéndolos como si se tratara de un entrenamiento, una larga lección muchas veces indescifrable, y me voy metiendo sin darme cuenta hasta que llega el dolor de cabeza jodido, y ahí tengo que cortar. Hoy amanecí con ese dolor, con ese abombamiento bien hincha-pelotas que no permite nada. La lectura quedó vedada. Miré tele y me hartó rápido, además a las 5 arranca Suecia-Portugal y quiero verlo, así que decidí evitar el zapping al estilo zombie y apagarla. Sin mi hermano en el depto (jugando al fútbol en este momento, bendito él), no quedaba mucho para hacer, así que decidí intentar con otra de las cartas que se usan en esta clase de días: la música. Fui a lo seguro: el Album Blanco. Lo puse (puse es un decir, está en un pen siempre conectado al equipo de música) y me eché en un estado contemplativo que es muy poco usual en mí, tan acostumbrado a los auriculares. Fue hermoso. Entré en un estado calmo, el reposo se hizo natural, disfrutable; el caudal de pensamientos se redujo a casi nada apenas los Beatles volvían a la URSS, y para cuando gritaban “honey pie” yo ya estaba decididamente feliz, metido en otro lado. En ese estado, no sé por qué, me acordé de Fuga y Fábula, el disco que “los Bosques” acaban de lanzar. Y me dieron muchas ganas de escucharlo entero, y hasta de clavarlo casi como una continuidad del último acorde bitlero. Entré al Face para ver si Pablito Natale había subido algún tema, y para mi sorpresa el disco está completo online, para escucharlo infinitas veces y también para bajarlo gratis, al instante. Le di play y así como los Beatles me recordaron a “los Bosques”, Fuga y Fábula me hizo pensar que sentarme a escribir algo, lo que sea, también puede ayudar a pasar el rato, aunque me den más ganas de “volar como un ave de Camerún”.
Me aburro mucho, pesadamente. Pero ahora sé que cuando el reposo se haga tan embolante como hoy puedo hacer algo más que quejarme, leer y ver la tele.
Y ahora, ¡vamos Zlatan!
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